Iba un muchacho por un increíble sendero. Tan diverso en su superficie como el mismo planeta entero. Él no sabía como había llegado ahí, pero ya estaba. Se preguntó si podía retroceder y vió que no había camino más atrás de donde estaba parado. Sólo había una inmensa pared blanca que llegaba al infito alto.
DEcidió comenzar a caminar y así dejar transcurrir el tiempo. Sólo miraba hacia adelante, nunca miraba el piso.
A veces sentía que era difícil caminar, otras que era doloroso, unas veces cómodo pero sentía no llegar a ningún lado. Fue cuando entonces comenzó a mirar el suelo debajo de sus pies y comenzó a notar diferencias.
Cuando caminaba por suelo pedregoso y lastimero, el avance parecía ser más lento; sin embargo, siempre que miraba atrás, notaba que había avanzado muchísimo. Era curioso que estre más obstáculos y dolores, más lento sentía avanzar, pero siempre que miraba atrás, veía grandes distancias.
Por el contrario. A veces encontraba que el camino tenía hermosos ladrillo y que era suave al tacto. Cómodo para recorrer. Pero después de horas de lo que sentía eran carreras, notaba que realmente no había avanzado nada. Siempre acababa en el mismo lugar.
El ya sospechaba ciertas cosas, pequeños misterios que logró vislumbrar. Fue entonces cuando encontró a un anciano al lado derecho del camino y se puso a platicar las horas de las horas con él.
El anciano le enseño sobre la vida, sobre los trucos del camino y los simbolismos de sus cambios. Éste le recomendó que aceptara los caminos difíciles cuando aparecieran, que si los veía llegar a la distancia, no los evadiera ni huyera de ellos. "Los momentos parecerán eternos, pero llegarás a la meta más pronto".
Por otro lado, le advirtió severamente que no se quedara en el camino sueva y delicado. "Por más que corras y avances en él, siempre estarás en el mismo lugar"
Y así le fue enseñando.
Después fue tiempo de partir y el muchacho dejó al viejito atrás.
Poco a poco se fue dando cuenta de cosas que no había hecho antes. El horizonte estaba claro ante sus ojos y el camino ya podía ser mejor vislumbrado.
DEcidió ir tomando los consejos del viejito para poder avanzar más. Hast aque un día se encontró ante un risco abismal.
"El camino más difícil suele ser el más frustífero", pensó mientras moría de miedo. Trato de buscar un camino menos difícil pero sólo había aquél abismo que debía saltar.
Primero se dijo que se daría tiempo par aobtener fuerzas...
El tiempo pasó y el no se decidía.
Cuando volvía a examinar su decisión, decía que el mismo tenía su proceso, su manera de avanzar por el camino... y otra vez dejó pasar más tiempo.
Y entre más se autocompadecía menos quería avanzar.
Fue así que el joven envejeció y un hombre llegó en su búsqueda.
"VEngo por tí, la hora de tu muerte ha llegado"
"¿Pero por qué, si aún no he cruzado el abismo?"
"Tuviste el tiempo que necesitabas y sólo lo perdiste excusandote. El camino fue hecho para caminar y tu estas aquí parado sin más, deja que otros recorran el camino y no estorbes el paso".
Así pasará con quienes quieran estancarse. Llegan a conocer la verdad y el camino que es correcto pero hay abismos que los desaniman y los hacen dudar: el orgullo, el no entender las cosas, el miedo (principalmente).
Por que no hay peor situación que la de quedarse al borde del abismo. Es simplemente un triste final.
"El que tenga oídos, que oiga"
martes, 22 de julio de 2008
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